Hace muchos años era para mí motivo de asombro que mi abuelo había nacido en el siglo pasado, y era una de mis fuentes de sabiduría. Hoy me he enfrento a la realidad que dentro de unos pocos días yo también podré decir que nací en un siglo pasado y reconocer, como mi abuelo, las enseñanzas que los años han añadido a nuestras vidas, y sobre todo, el deber que tenemos de compartirlas, como parte de nuestro deseo de incrementar nuestra búsqueda de una mejor calidad de vida.
Aunque el acontecimiento de un nuevo siglo sólo cubre aquellos que nos cobijamos ante el Calendario Gregoriano, considero que es un acontecimiento que merece cierto tipo de análisis, especialmente si trato de enmarcarlo dentro de mi columna de crítica de libros y qué tendencias los mismos predicen en términos del futuro.
Tal vez, una de las principales lecciones de los mismos es que el futuro no se predice sino que se construye, aspecto clave en términos de una visión de un nuevo milenio lleno de positivismo y con un profundo sentido de esperanza y confianza en el ser humano y su potencial de desarrollo.
Cuando analizamos el cúmulo de lecturas discutidas en esta columna, hemos discutido en gran detalle la transición de una economía industrial, gobernada por la conversión de la materia prima, mediante el uso de la labor y el capital financiero, en valor, a una nueva economía, donde el conocimiento y la información reemplazan los factores de capital tradicional por el capital intelectual se convierte en el eje principal de la economía y la sociedad.
Gran parte de los libros discutidos gravitaron alrededor de los de los conceptos de la globalización, tema controversial en términos de su impacto sobre los aspectos sociales, políticos y económicos del mundo, creando un desbalance entre las naciones ricas y pobres del mundo. Hoy, el sonoro fracaso de la Conferencia de Seattle, donde las naciones del mundo buscaban soluciones a los problemas de la globalización, evidencia que este fenómeno, aunque irreversible, no puede dictar por sí sólo el futuro de la humanidad y demanda una mayor responsabilidad de justicia social de los países líderes de este mundo.
Cuando observamos los acontecimientos principales del siglo que llegó a su ocaso, sin lugar a dudas, el más preponderante y fuerza motora principal del cambio, ha sido la revolución tecnológica el factor principal del cambio transformador de nuestra sociedad y economía.
La velocidad del cambio tecnológico, denominador común de muchos de los libros discutidos en esta columna, es el factor limitante que impide hacer predicciones de qué nos depara el futuro. Las posibilidades de cambio van más allá de nuestra imaginación y no creo podamos analizar tendencias que excedan los próximos años.
El siglo que terminó fue el protagonista principal de la aplicación de diferentes modalidades gerenciales, tales como las técnicas de competitividad japonesa, la reingeniería, el control de calidad total y muchas más. Desgraciadamente, cuando pasamos balance, los resultados en términos de la efectividad de dichos conceptos y sus aplicaciones, veremos con desencanto que los mismos no guardan relación con las expectativas originales, ¿producto de las técnicas? No, resultado de la ausencia de profundidad y el uso de enfoques y soluciones generalizadas que no aplican a una economía basada en el conocimiento.
Los resultados anteriores no pueden ser fuente de desaliento, al igual que pensar que comenzamos un nuevo siglo donde hemos gastado millones de dólares en solucionar un problema de fecha. Lo más importante en este momento es verdaderamente averiguar qué hemos aprendido y qué futuro queremos crear.
Tal vez uno de los mensajes principales de mis críticas, en ruta a un nuevo siglo, es que en un mundo donde la tecnología domina y ha sido responsable de crear una zona de vida fácil, donde la confusión entre lo real y lo virtual intoxica nuestra vida diaria, no podemos aferrarnos al comfort, ni ser servidores de la robótica, el comercio electrónico, etc…
Lo principal es que debemos reconocer que la tecnología no existe en vacío y que el poder de lo que hoy conocemos como alta tecnología, también tiene sus consecuencias, algunas buenas, otras malas, pero nunca neutrales. La tecnología no puede verse en vacío. Debemos mediante esfuerzos colectivos lograr una integración entre la sensibilidad humana y la inteligencia artificial.
El futuro demanda un mayor pluralismo. Los administradores no pueden permanecer dentro de sus empresas asumiendo como única responsabilidad las utilidades de las mismas, el concepto de un administrador humanista adquiere mayor relevancia, enfatizando su función social.
El recurso humano se ha convertido en el principal activo de las empresas, por tanto tenemos la responsabilidad de enriquecer el capital intelectual de las empresas. Pero para esto debemos responsabilizarnos por el capital social, que demanda que las empresas operen dentro de una sociedad con valores donde exista la confianza mutua entre sus miembros permitiendo la convivencia. Por tanto, debemos educar, combatir el crimen y respetar el ambiente.
Los libros que hemos criticado en esta columna persiguen crear un alto grado de sensibilidad en el hombre de negocios. Ser dueños y no víctimas de la tecnología y el conocimiento, pero sobre todo, creadores de sociedades que aprendan de sus errores y sueñen con lo imposible. Que reconozcan que la educación debe ser por vida, que sean líderes y facilitadores de una mejor comunidad, fuente principal de la materia prima, el Ser Humano.
En tres años hemos discutido muchos libros. Los siguientes son importantes al mirar el nuevo siglo:
- Competing for the Future por G.k. Prahalad y Gary Hamel
- Leading Change por John P. kotter
- The Ffth Dscipline por Peter Serge
- Teaching the New Basic Skills por Richard J. Murdane y F. Levy
- Cooperate to Compete por Preiss, Goldman y Nagel
- The Lexus and the Olive Tree, Understanding Globalization por Thomas Friedman
- New World, New Rules por Marina U.N Whitman
- The Hungry Spirit por Charles Handy
- The Great Disruption pot Francis Fukuyama
- Confianza por Francis Fukuyama
- Strategic Safari por Minteberg, Ahlstrand y Lampel
El mensaje es claro, estamos ante un nuevo siglo, lleno de incertidumbre y sólo el ser humano capaz de hacer y decir lo que piensa, lo que es correcto, en lugar de lo que es conveniente, familiar o popular; dotado del valor para actuar con justicia, visión integral y sentido de identidad puede crear un futuro lleno de esperanzas y justicia social basados en el bien común.
Si esto lo logramos en los próximos 20 año, el nuevo siglo será mejor que el que vivió mi abuelo y el que hoy disfrutamos.