La corrupción es sin lugar a dudas uno de los temas más discutidos en Puerto Rico durante los últimos años, pero desgraciadamente gran parte de la discusión se ha convertido en propaganda política, llegando al colmo de juzgar los partidos políticos en términos de deseabilidad por ser los que menos roban.
Desgraciadamente, nos hemos restado al juego de los políticos, en lugar de entender la corrupción, sus consecuencias, cómo diseñar políticas para prevenirla y combatirla. Debemos examinar la problemática bajo el punto de vista de la sociedad en forma integral, buscando los elementos que influyen en su aparición y desarrollo, precisando sus consecuencias en términos de beneficiarios, perjudicados y su impacto económico y social. O sea, la corrupción es más que un problema económico administrativo en sí. Es un problema ético y moral, Y una crasa violación de los valores positivos de una sociedad.
La corrupción ha sido definida de diferentes maneras. Por ejemplo, Enrique Iglesias, residente del banco interamericano de desarrollo, lo hace de la siguiente manera: “El uso de oficinas públicas para extraer una ganancia personal en lugar de desempeñar efectivamente el cargo público como un impuesto sobre toda la sociedad, la corrupción impone costos económicos, desvían dos recursos que se necesitan para el desarrollo, provocando una insatisfacción popular en el régimen democrático y quebrantando el tejido social de la sociedad”.
Otra definición muy aceptada define la corrupción como “un comportamiento por parte de agentes del sector público para ellos o para quienes ellos indican, de una manera inapropiada o real, usando o abusando para ello de la posición que le fue confiada”.
Aunque estas definiciones son claras y precisas, para mí una de las formas más preocupantes de corrupción es la conocida como la “captura del Estado” por individuos, empresas, amistades o asociaciones ilícitas que persiguen favores especiales, acciones indeseables y no autorizadas para otros.
Esta forma de corrupción, que desgraciadamente hemos vivido en Puerto Rico en los últimos tiempos, se diferencia de la corrupción tradicional que busca cambiar la aplicación de leyes, reglamentos vigentes, A veces por soborno o por extorsión, mientras que lo que denominamos “la captura del Estado” trata de impactar la formación de leyes e influenciar los cambios para beneficiar, mediante el desvío de recursos y dineros, A ciertos grupos de interés. Como dice Rodolfo Arland en su artículo ética o corrupción: El dilema del nuevo milenio, la frase corrupción es una hija natural de la relación adúltera entre el poder político y el poder económico.
Existe hoy una inmensa bibliografía que hace patente los efectos de la corrupción sobre el desarrollo económico y social de los pueblos. Pranab Barham, en su artículo Corruption and Development: a Review of Issues, coincide con las publicaciones del banco internacional de desarrollo en su página en Internet, en que la corrupción afecta los siguientes factores:
- El desarrollo económico: en el caso de economías altamente reguladas, O poseedoras de procesos burocráticos (caso de la permisología en Puerto Rico), Las empresas y los individuos buscan formas ilegales para romper con esas limitaciones. Éstas prácticas afectan la eficiencia de asignar prioridades del desarrollo, la apropiada utilización del capital y de otros recursos, causando una pérdida de la motivación de invertir en proyectos innovadores. Hoy existen varios estudios basados en muestras de sobre 100 países, donde un mejoramiento en las condiciones éticas y una disminución en el nivel de corrupción tuvo efectos positivos en el crecimiento del producto bruto interno per cápita.
- Erosión de la credibilidad: El desarrollo de la democracia, Del desarrollo económico y social depende en gran parte del nivel de confianza, de la credibilidad en las autoridades, Los funcionarios del sector público y por supuesto, Los principios éticos y morales del sector empresarial. Lo preocupante es que en las últimas décadas la confianza ciudadana en nuestro sector público ha sufrido un deterioro tal, que, de no tomar acción, puede ser irreparable.
- Impacto en los proyectos de desarrollo: todo proyecto de desarrollo exige la creación de infraestructuras, de instituciones que puedan dirigir con efectividad los mismos. Cuando por conveniencias políticas los objetivos de desarrollo son burlados, la asignación de fondos se afectará en forma radical. Un ejemplo claro es lo sucedido en el departamento de educación, que ha impactado el desarrollo intelectual de los grupos más necesitados de Puerto Rico: nuestra juventud.
Sin lugar a dudas, necesitamos transformar nuestro gobierno, Al igual que el sector privado. Aunque debemos reconocer que la corrupción está vinculada a la ausencia de valores morales, Al poder económico, Al narcotráfico, Al crimen organizado, A la ausencia del sentido de dar cuenta de los funcionarios públicos, existe un factor que no podemos obviar y clama a grito su atención: la ausencia de los valores individuales y la ausencia de una integración ciudadana en una sociedad civil.
El término sociedad civil ha adquirido un nivel de importancia preponderante en América Latina, en gran parte debido a la proliferación de las organizaciones no gubernamentales con su capacidad de crear redes y alianzas. Esto es un ambiente donde los avances tecnológicos y las comunicaciones han permitido que la sociedad civil integre mediante la participación social y política a grupos de ciudadanos, movimientos sociales e individuos que actúan en interactúan con los gobiernos, asociaciones internacionales, El mundo empresarial, Los sindicatos, Los think tank Y otros grupos de influencia.
Esta sociedad civil, que en el año del milenio se reunió en un foro bajo el nombre “Nosotros los Pueblos”, ha logrado avances significativos en la búsqueda de formas más transparentes y democráticas de gobernabilidad.
Desgraciadamente, en Puerto Rico existe apatía a ejercer un control sobre la forma en que se conducen las actividades de la administración pública. Somos más individuos que ciudadanos, Y somos pobres en nuestra exigencia, en las demandas de una mayor y si dad del Estado y en exigir que la política, en lugar de ser una actividad de continua pérdida de confianza, Sea un instrumento de cambio social.
La corrupción demanda una participación activa de nuestra sociedad en la búsqueda de líderes que ofrezcan credibilidad en temas relacionados con valores, con ética, con justicia, con reglas de juego claras, todo esto traducido en honestidad, en transparencia, en transformaciones de nuestros sistemas educacionales y exigencia ciudadana de un mandato de gobierno con conciencia de obligación en rendir cuentas.
Corrupción puede ser combatida mediante la implementación de mejores controles institucionales. Pero estas iniciativas nunca serán suficientes a menos que se aumenten los incentivos para una mayor participación de la sociedad civil. No podemos dejar de reconocer los pobres resultados de la legislatura, las auditorías, los defensores del pueblo. En parte se debe a nuestra ausente demanda por una mayor esta actividad de su razón de ser. Debemos entender que el mero ejercicio de una mayor transparencia en las acciones del gobierno, aunque es un derecho de todo ciudadano, no es suficiente, sobre todo cuando los sistemas de información y estadísticas de nuestro desarrollo económico y social están subordinados a lucir bien para justificar el poder político.
Hoy podemos notar pasos de avances. Los escándalos de corrupción son una señal clara de indignación que, aunque huérfana de justicia, nos indica que estamos listos para organizarnos, para evitar que las normas y las prácticas que regulan una limpia y sana administración puedan ser violada.
Pero esta concientización no podrá materializarse en acciones impactantes a menos que las asociaciones profesionales, Las asociaciones sin fines de lucro, Los sindicatos, Las iglesias y otras fuerzas ciudadanas no rompan la inercia y fomenten la creación de una sociedad civil en Puerto Rico que promueva valores éticos y morales, para detener su mayor reto: El proceso destructivo de nuestras vidas.
No puedo aceptar que el fortalecimiento de nuestra sociedad civil sea contrario a la razón de ser de muchas de las organizaciones aquí llamadas a participar en una sociedad civil, informada, educada y con fuerza. Esta es probablemente la fuerza más poderosa para luchar contra la corrupción y probablemente la mayor fuerza de deterioro de nuestro desarrollo social y económico.
Tal ves el mejor cierre de este artículo sea las palabras de Sor Juan Inés de la Cruz: “quien tiene mayor culpa: hay que peca por la paga o el que paga por pecar”.
El autor es vicepresidente “senior” de manufactura y gerente general de medicina electrónica y deportiva de Electro Biology, Inc.